Este tiempo de adviento trae consigo el nuevo período litúrgico que invita a la Iglesia católica a la vigilancia y la esperanza. Cuatro domingos de preparación para la Navidad, simbolizados por el color morado de la penitencia y la corona de cuatro velas que representan el amor, la paz, la alegría y la fe, pero no son solo luces y colores. Es un llamado a recordar la venida humilde de Cristo en Belén, a vivir su presencia en el ahora y a anhelar su retorno glorioso al final de los tiempos.
Sin embargo, en México, esta espera trae una urgencia crítica, mientras las velas se encienden, la fe católica se apaga progresivamente, ahogada por la secularización y vulnerada por ataques sistemáticos a la libertad religiosa. El adviento es un antídoto contra el detrimento espiritual que amenaza con devorar el alma de una nación católica y guadalupana.
La erosión de la fe católica en México es un hecho alarmante. Según el Censo 2020 del INEGI, solo el 72% de la población se adscribe al catolicismo institucional, una caída drástica desde el 96% en censos anteriores, con un declive acelerado entre 2000 y 2020. Un estudio reciente de la UNAM estima 98 millones de católicos, pero el crecimiento de protestantes y evangélicos —que ya representan el 11.2%— revela un éxodo masivo.
El 78% de los mexicanos se declaran católicos, pero muchos lo hacen «por costumbre o evento social», no por convicción y forma de vida. Curiosamente, las mujeres, históricamente guardianas de la tradición, lideran esta deserción, por diversos motivos, desde escándalos clericales, una doctrina percibida como rígida ante dilemas modernos —aborto, matrimonios igualitarios— y el auge de una espiritualidad diversa y sin intermediarios amplificando un catolicismo light, diluido en memes y sincretismos superficiales. Esta no es solo una crisis numérica; es un vacío existencial que deja a millones huérfanos de trascendencia en un México azotado por violencia y desigualdad.
A esta erosión se suma una ofensiva directa contra la libertad religiosa, que el Informe de Libertad Religiosa en el Mundo 2025 de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) califica como «discriminación» para México. En 62 países se violan gravemente estos derechos y México emerge por el «deterioro constante de la seguridad» debido a crimen organizado, impunidad y corrupción. Organismos como el Centro Católico Multimedial han denunciado la degradación social en estados como Guerrero o Michoacán, donde el narco extorsiona parroquias e impone su control sobre procesiones y fiestas patronales, convirtiendo especios de culto en lugares de asedio y matanzas.
En este adviento, el contraste es lacerante: mientras el mundo litúrgico nos urge a la conversión y la luz, México se hunde en tinieblas espirituales. La erosión de la fe no es inevitable y también es justo hacer un examen autocrítico: la Iglesia parece desconectada de esas necesidades espirituales de las periferias con un laicado pasivo ante el asedio.
Sin embargo, el adviento nos recuerda que la historia no culmina en derrota. Cristo regresará, como profetiza el Apocalipsis, para juzgar con justicia y restaurar toda creación. Esta parusía no es escapismo, es acción. Los católicos mexicanos debemos encender velas y conciencias, renovar la catequesis con audacia, denunciar violaciones ante foros internacionales y forjar una fe encarnada que dialogue con la modernidad sin deponer la esencia del cristianismo.
El Señor viene. Que este adviento no sea lamento, sino levadura. Que la esperanza a disipe la erosión, derrote las vulneraciones y reactive un México de creyentes valientes. Solo así, en vigilia activa, estaremos listos para su retorno. La corona de adviento arde. ¡Que ilumine nuestro camino hacia la redención!
